Vestirse

El otro día iba caminando por la calle con mi abuela, íbamos hablando tranquilamente después de haber merendado tortitas en la pastelería de siempre. Era sábado por la tarde, sobre las ocho o así. Llegamos a una de las calles principales de Oviedo y se hizo notable que era la hora a la que comenzaban a salir los adolescentes de unos dieciséis años. Se cruzaban con nosotras a menudo, todos en la misma dirección. El caso es que yo no me iba fijando demasiado, concentrada en la conversación; pero de repente al otro lado del semáforo en rojo ante el que estábamos paradas vi a un grupito de unas cinco o seis chicas y no pude evitar verlas.

Fue rarísimo porque iban todas vestidas iguales. No es que se vistiesen todas con el mismo estilo o algo así. No. Iban todas vestidas iguales. El tiempo estaba bastante templado así que llevaban unos shorts vaqueros, camiseta oscura y chaqueta de piel negra que alguna que otra sujetaba en la mano. Todas calzadas con playeros tipo Converse. Y no me lo podía creer, de verdad. Espero no estar dando la impresión de que las estoy juzgando o algo así, porque no es eso. No quiero criticar a ese grupito de amigas que, al fin y al cabo, pueden ponerse lo que les dé la gana. Siempre que se sientan cómodas y no molesten a nadie pueden hacer lo que quieran. Pero el caso es que yo me quedé pensando mientras intentaba seguir la conversación.

Me quedé pensando en la gente a la que veía caminando por la calle, a los jóvenes que creían y creen que vestir como todo el mundo es algo que los convierte en personas más “guays”. Puede que la equivocada en todo esto sea yo, pero creo que una persona debería considerarse guay cuando es capaz de enseñar a la gente o simplemente de salir a la calle con ropa que muestre su personalidad. Supongo que me gustaría que todo el mundo tuviese las agallas de ir caminando por la calle, con la ropa que le dé la gana, sin que tenga que importarle la forma en la que la gente le mira al pasar, o lo que sus padres pensarán de él o si a sus amigos les parecerá bien lo que se han puesto. Me gustaría que eso fuese lo que aprendiesen los niños. Me encantan las personas que no tienen miedo de ser quienes son y expresarlo de la forma que quieran sin miedo alguno. Creo que eso los convierte en personas más felices que el resto.

Después de esto, unos días después, me encontré a mí misma comentando lo horribles que eran las medias verdes que llevaba una chica desconocida por la calle. Hice el comentario y mi madre lo siguió. Y, joder, de repente me di cuenta de que estaba mal lo que estaba haciendo. ¿Por qué tenía que criticar la forma de vestir de nadie? Si la chica quería ponerse las medias podía ponérselas. Debería poder ponerse lo que quisiera sin que un par de extrañas que no la conocen de nada se pongan a hablar de ella de esa forma. Ya ni siquiera estoy hablando de meternos con ella, en su cara, ni nada de eso. No tenía por qué haber hecho aquel comentario. No me correspondía a mí, ni  nadie más que a ella, decidir si lo que se ponía estaba bien o mal.

También he estado pensando en todos estos programas que hay por la tele que tratan sobre el cambio de imagen de una persona. Es decir, ¿por qué nadie tendría que cambiar su forma de vestir, en base a ciertos cánones sociales? Tu familia, tus amigos y un programa de televisión te dicen que tu forma de vestirte no es la adecuada. ¿Por qué? ¿Por qué tienen que decidir ellos cual es la mejor forma de vestirte?

Me gusta encontrarme con grupos de amigos que no son calcos exactos unos de otros. No quiero decir con eso que esté mal lo que hace el resto de la gente que puede que, aun yendo todos iguales, estén vistiéndose como quieren. Todo el mundo puede hacer lo que quiera con su vestuario.

Hay una mínima posibilidad de que me esté engañando con esto. Pero lo que sí es seguro es que a partir de ahora lo tengo todo bastante más claro. No quiero ir por ahí juzgando a la gente con la que me cruzo por la calle, no quiero juzgar  a mis amigos ni a mi familia ni a nadie. Claro que hay gente que me caerá mejor que otras, gente de la que me gusté más su forma de vestir que otra, pero no pienso permitir que se forme ningún tipo de crítica o falta de respeto hacia nadie en mi cabeza.

También he notado que cada vez me cuesta más pasar por alto este tipo de cosas; quiero decir que me cuesta dejar pasar comentarios ofensivos que la gente va soltando por ahí. No solo en este aspecto, sino en cualquiera que le pueda faltar al respeto a una persona. Porque encima la mayoría son comentarios que supuestamente se hacen para poder iniciar una conversación. Como si fuese algún tipo de convención social súper aceptada por todo el mundo.


De verdad que estos temas últimamente consiguen sacarme de mis casillas con mucha mayor facilidad que antes. Creo que eso es bueno. Reconozco que ahora es muy difícil que deje pasar algún comentario sin darle un corte a alguien. Al principio me decía a mí misma que me estaba pasando, pero cada vez estoy más convencida de que no es malo. Seguramente la mayoría de la culpa la tenga mi amiga Carlota que pasa de cero a cien en dos segundos ante estas cosas. Me alegro de que haya influido en mí de esta manera. Espero que esto que escriba sirva para que alguna persona se pare a pensar.

Siento haberme enrollado tantísimo! Tanto si habéis llegado al final como si os habéis quedado por el camino, muchas gracias por leerme y dedicarme vuestro tiempo.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Monólogo interior de un asesino en serie

Me he apuntado a un curso de escritura!

Vuelta a casa